Galerías de arte en la "Media Milla de Oro".
Aconsejado por nuestra profesora de "Análisis de la forma, el color y la luz", fui directo a la c/ Doctor Fourquet, en el nuevo iluminado de la modernidad más actual barrio de Lavapiés. Ese barrio multicultural, antes olvidado por el bajo poder adquisitivo de sus habitantes, transeúntes y visitantes, que pasó de ser el foco de muchos miedos a ser uno de los focos del nuevo arte de vanguardias de toda España. También de las inmobiliarias...
Llegué con la idea de que no fuera una simple visita a una galería elegida a dedillo en Google Maps, no. Me propuse primero recorrer toda la calle entera recogiendo las primeras sensaciones a lo largo de su recorrido observando de pasada lo que las fachadas de ambas aceras me iban ofreciendo.
Y allí me planté...
C/ Doctor Fourquet. En su inicio. El edificio de La Casa Encendida a mi espalda, como una nota perdida de lo que en una época no tan lejana fue la nueva cultura de Madrid patrocinada por un banco y que hoy parecía dejar atrás.
Al ser dirección contraria (de una sola dirección para los coches) pude posicionarme en el mismo centro de la calle, dado que si venía algún coche sería sólo de frente, con tiempo de sobra para apartarme (y no morir por "amor al arte"), lo cual me daba una mayor visibilidad para ver qué se cocía en ambas aceras de esta supuesta nueva milla de oro. Bueno, media milla.
Comencé mi nuevo viaje. Un viaje sin retorno, el primero en este nuevo proyecto en el que me había metido, llamado Grado de Bellas Artes.
Perdonad la solemnidad de mis palabras...
Intenté ser menos alumno en esta primera pasada y evalúe mi interés por una u otra galería por lo que a primera vista me transmitía su fachada...
Qué colores predominaban en la misma, si tenía grandes y luminosos ventanales o muros cerrados y gruesos. Si había bullicio en la entrada, si no parecía haber nadie o si la opacidad de la fachada no mostraba más que eso: fachada.
Fui tomando nota mental durante esa media milla de recorrido hasta darme con la Calle Santa Isabel. Di media vuelta, cogí aire y me dispuse a recorrerla de nuevo ya sí con la idea de entrar en alguna galería que me había llamado especialmente la atención.
Por el camino me había encontrado algunos locales que daban lugar a confusión, dado que no eran galerías, eran estudios de diseño o productoras de cine. Locales que fui descartando cuando, asomando bien la nariz, me daba cuenta de que no era lo que buscaba. Al grano...
Mi primera parada fue en un local que tenía una fachada cerrada de muro grueso y enyesado. De hecho había dos galerías con este aspecto exterior y muy cercanas la una de la otra. Me decidí por la que la forma en la que se había pintado la fachada ya me parecía una intención muy acertada de transmitir algo con la mezcla de sus colores claros y sutiles. Entre grises, ocres y azules mezclados con algo de blanco en algo así como unas grandes manchas geométricas y desgastadas, como si se tratara de una vieja casa de pueblo. Todo ello con un único hueco de entrada. Una puerta de cristal incrustada en el marco interior del grueso del muro de la fachada.
Me transmitió elegancia. Y un poso digno de las ruinas de un pueblo casi abandonado. Pero invitaba a saber más. Sin lugar a duda los colores elegidos en la fachada tuvieron un papel importante en mi elección.
Entro...
Como un cervatillo indefenso, las orejas agachadas, no sabía muy bien qué hacer o decir, si tenía que pagar o no... En fin, el clásico comportamiento del novato.
Vi unos folletos sobre lo que se exponía pero decidí verlos al final. Prefería entrar sin más referencias que lo puramente visual.
Era una pequeña galería dividida en dos espacios. Muy iluminada. El blanco era el protagonista (el envoltorio) y es algo que se repetiría en la mayoría de las galerías que visitaría después.
Entiendo que tenemos asociado el blanco al soporte del todo. Al vacío donde colorear, donde plasmar y mostrar una creación. Imagino que es por estar ligado a la luz como el elemento que da vida a todo. Porque si no hay luz no vemos nada... Lo cual me parece curioso, porque realmente el universo es negro como el carbón...
Aunque si es cierto que donde hay estrellas, hay luz y vida...
Vale, blanco por doquier.
Casi se me saltan los ojos.
Y poblando ese blanco, como si las paredes fueran lienzos, allí estaba la obra del artista. ¿Hombre o mujer? Ni idea. Me daba igual, al menos de momento...
Tuve serias dudas de si lo que había dentro de una habitación fuera del mismo autor. Al final me aclararon que sí eran del mismo.
Aparecían en la pared y en el suelo elementos reconocibles, como una escoba o un trapo enrollado y atado por sus cuatro extremos a modo de bolsa de enseres de un pobre mendigo, de carácter escultórico. Con tonos verdes y grises muy apagados.
Me pareció contemplar algo así como una metáfora de la inminencia o cercanía de la pobreza representada por esa bolsa de trapo guardada en un cajón de madera con una campana en su parte superior a punto de sonar. Como diciendo que es sólo cuestión de tiempo, que siempre está ahí a punto de hacerse notar.
Luego pasé a la segunda sala y había varios elementos en las paredes y el suelo.
Primero me llamó la atención un viejo televisor emitiendo un video de unos 5 min en el que aparecía un hombre sobre una pasarela construida alrededor de un gran árbol junto a una autopista. El hombre caminaba por esta pasarela en círculos, rodeando el árbol. Mientras iba despojandose de su ropa hasta quedarse completamente desnudo.
Un hombre de apariencia delgada y algo desaliñado aunque en traje de vestir. Diría un traje impuesto.
El video se repetía una y otra vez.
Al lado una Escultura compuesta de varias muletas de madera, de las antiguas que todos reconocemos como muletas, pegada entre sí de forma que la parte superior de cada muleta, donde se apoya la axila al caminar con ella, se unía a la siguiente muleta unos centímetros más arriba a cada muleta que se sumaba. Produciendo de esta manera la forma de una escalera.
Alguien del museo entró en ese momento explicando a un visitante el significado de toda la obra y no pude evitar abrir el abanico de mi pabellón auditivo...
El autor murió hace unos años ya. Esta era una obra que hablaba de una muerte anunciada. Provocada por una grave enfermedad sin retorno. Para el autor era una forma de asumir la realidad. De la inminencia de su muerte. De reconciliarse con su pasado y afrontando el futuro despojandose del yo terrenal (el video), abrazando a la muerte y apuntando hacia el más allá (las muletas y las escaleras) en un viaje sin retorno.
Algo así entendí. O algo así encajé a partir de las pocas palabras que escuché y de lo que propiamente vi.
He de decir que a mi parecer es de esas obras en las que la historia tiene mucho más peso sobre lo que artísticamente puede llegar a aportar. Es decir, si no te cuentan el por qué no dice mucho. Y personalmente creo que en ese sentido está algo desequilibrado. Falta peso en lo puramente plástico y le sobra drama en su sentido final.
Visité alguna galería más. Pero al ser este un blog de cita por visita... He aquí la primera cita de la primera visita.
La próxima semana seguiré desgranando las otras tres galerías que visité al salir de esta.
Ahora me dispongo a leer por primera vez el folleto que me dieron en la galería sobre dicha obra. A ver si he acertado en algo...
- Obra: "En estos veinticinco años", Pepe Espaliú (Comisariado por Jesús Alcaide).
- Galería: García Galería, c/ Doctor Fourquet, 8.
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